Rafael Lapesa Melgar (1908-2001)

Rafael Lapesa, valenciano de origen, pero cuya vida transcurrió casi íntegramente en Madrid, fue uno de los más significativos representantes de lo que se ha venido en denominar “Escuela lingüística española”. Aunque él se considerara de los discípulos menores y tuviera como su maestro directo a Américo Castro, en realidad puede afirmarse que durante muchos años llevó la herencia intelectual de Menéndez Pidal, a quien siguió, pero a través de sus propios caminos y modos en la investigación. No obstante, incluso en estos últimos su objetivo, según repetía constantemente, era culminar y desarrollar la obra de Pidal, en derroteros que el maestro no había podido, o no había querido, seguir. Vale esto particularmente para la sintaxis histórica del español, hoy quizá una de las áreas más pujantes en los estudios diacrónicos sobre nuestra lengua, y que Lapesa inició prácticamente desde la nada.

La obra filológica de Lapesa está unida indisolublemente a la historia de la lengua española, nombre del texto que, comenzado como manual dirigido a milicianos y jóvenes estudiantes, acabó convirtiéndose en la referencia básica de estos estudios, anticipándose así, y llenando su hueco, a la nonnata Historia de Pidal, nunca acabada por este, y que solo vería la luz en 2005 gracias a su nieto Diego Catalán. En realidad, el sintagma “historia de la lengua española” es el que mejor define la obra de Lapesa, siempre encaminada a la investigación sobre las más variadas cuestiones de la diacronía del español, sean cambios fonéticos como la apócope, historias de construcciones y elementos sintácticos, vicisitudes de palabras, y, en la mejor tradición de la filología hispánica, la historia de la lengua a través de sus textos literarios, de todas las épocas. En toda su obra se muestra la mejor cualidad de la escuela de Menéndez Pidal: su amplitud de miras, la atención a los hechos y a los textos, la huida de encorsetamientos que acaban siendo más ideológicos que teóricos.

Por todo ello, era obligado que Lapesa tuviera que tratar con el Cantar de mio Cid en diversos momentos de su actividad investigadora. Para quienes fuimos sus alumnos, ello era más que evidente en la multitud de ocasiones en las que con el Cantar se ejemplificaban fenómenos diversos del castellano medieval en sus inicios escritos. El Cantar fue objeto de un curso monográfico de doctorado, que impartió ya jubilado en la Universidad Complutense y que, convertido en dos extensos artículos con el título de “Sobre el Cantar de mio Cid. Crítica de críticas” y los subtítulos de “Cuestiones lingüísticas” y “Cuestiones históricas”, vio la luz en 1980 y 1982, para ser luego recogido en un volumen de diversos estudios sobre la historia lingüística hispana en 1985. En ellos Lapesa rebate determinadas interpretaciones hechas sobre el Cantar desde diversas posiciones metodológicas (incluso localistas: el aragonesismo del Cantar, revivido por el historiador Ubieto), no solo por su fidelidad a los postulados de Menéndez Pidal, sino porque en esos estudios se contenían errores de análisis, hipótesis no debidamente contrastadas o conclusiones que no se sostenían tras un minucioso análisis de los hechos. El rigor filológico de Lapesa brilla en esos trabajos de manera especial, aunque, sobre el Cantar, ya hubiera realizado incursiones extremadamente valiosas, como, entre otras, la que se esfuerza por mostrar el sentido del repetidamente señalado “arcaísmo” de ese poema y de la tradición épica posterior (incluyendo el Romancero).

No se ocupó Lapesa personalmente de otras cuestiones del Cantar que han sido y son objeto de apasionadas, y aun enconadas, discusiones, sobre todo las que tienen que ver con la época de composición, el modo en que esta se realizó, las posibles autorías (juglares o clérigos conocedores de derecho). En todo ello, siguió los postulados de su maestro, aunque los que lo conocimos intuimos que su adhesión no era absoluta. Pero si ello era así, nunca lo manifestó explícitamente. No lo había investigado personalmente, y por tanto no se consideraba con derecho a discutir sobre el asunto. No era ciega adhesión acrítica: Lapesa discrepó de sus maestros venerados cuando él, en sus investigaciones, había llegado a otras conclusiones. Es lo que le hizo ver con mirada crítica muchos de los supuestos arabismos semánticos imaginados por Américo Castro, o desmontar las teorías de Amado Alonso sobre los orígenes del ceceo y seseo andaluces y la formación del español americano. No fue este el caso de las tesis hoy más puestas en cuestión de Pidal sobre el Cantar, pero no por ello las aportaciones de Lapesa sobre este poema son menos incisivas y profundas.

Rafael Cano Aguilar (Universidad de Sevilla)

Bibliografía

LAPESA MELGAR, Rafael. «La lengua de la poesía épica en los cantares de gesta y en el Romancero viejo», Anuario de Letras, IV (1964), 5-24.

LAPESA MELGAR, Rafael. «Sobre el Cantar de Mio Cid. Crítica de críticas. Cuestiones lingüísticas», en Études de Philologie Romane et d’Histoire Littéraire offertes à Jules Horrent, Liège, Université de Liège, 1980, 213-231 [recogido en R. Lapesa. Estudios de Historia Lingüística Española, Madrid, Paraninfo, 1985, 11-31].

LAPESA MELGAR, Rafael. Historia de la lengua española, 9ª edición, Madrid, Gredos, 1981.

LAPESA MELGAR, Rafael.«Sobre el Cantar de Mio Cid. Crítica de críticas. Cuestiones históricas», en Essays on narrative fiction in the Iberian Peninsula in honour of Frank Pierce, Oxford, Dolphin Book, 1982, 55-66 [recogido en R. Lapesa. Estudios de Historia Lingüística Española, Madrid, Paraninfo, 1985, 32-42].

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